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sábado, 9 de noviembre de 2019

El espíritu de Nelson Mandela.


Acabó el mundial de rugby con sorpresa, porque los favoritos All Blacks de Nueva Zelanda fueron derrotados en las semifinales por los ingleses. Mientras, el equipo de Sudáfrica llegaba a la final tras haber sufrido una única derrota en la fase de grupos frente al temible equipo neozelandés. La lógica indicaba que los ingleses ganarían el mundial (si A gana a B y B gana a C, entonces A ganará a C).

Pero se trataba de los Springboks de Sudáfrica, un equipo que no pudo jugar los mundiales de 1991 y 1987 por la expulsión que sufrieron de las competiciones deportivas por apoyar la política racista del Apartheid, lo que les valió no solo el odio de la población de raza negra del país, sino el rechazo de toda la comunidad internacional.

La situación cambió con la generosidad infinita de Nelson Mandela por apoyar al equipo de sus torturadores. Y así el odiado equipo Springbok de Sudáfrica Rugby ganó los mundiales de 1995 y 2007 contribuyendo a la unión y pacificación del país (acontecimiento al que dediqué una entrada en este blog en 2017).

Pero tras la euforia llegó la crisis de 2008 al mundo, a Sudáfrica y al equipo Springbok que reflejaba las tensiones raciales que se vivían nuevamente en el país. La masiva llegada de jugadores de raza negra al equipo no fue bien vista por muchos blancos que consideraban al equipo Springbok el símbolo del poder de la raza blanca. La Federación Sudafricana de Rugby impuso un cupo. Habría un 50% de jugadores blancos y un 50% de jugadores negros, decisión que no satisfizo a nadie. 

Tras unos años de crisis la situación se solucionó con el nombramiento de un capitán del equipo (puesto muy importante en el rugby, casi más que el de entrenador) de raza negra. Se trataba de Siya Kolisi un joven que perdió a su madre con 6 años y fue mantenido por su abuela, que trabajaba de limpiadora en un restaurante, hasta que también murió cuando Kolisi tenía 10 años. Pasó a ser mantenido por sus tíos en un peligroso suburbio de Ciudad El Cabo. Él mismo dice que su destino hubiera sido morir joven en algún tiroteo entre las bandas de su barrio (como les pasó a sus amigos). Pero pensó que era más digno morir en un campo de rugby. Así, dejándose literalmente la sangre en cada partido y en cada entrenamiento se convirtió en el primer jugador de raza negra que levanta como capitán una copa del mundo de rugby, de manos de nada más y nada menos que el Emperador de Japón.




Como la mayoría de la gente en España sabe muy poco de este deporte, os recomiendo que veáis el ataque del número 14 de Sudáfrica (camiseta verde) en el minuto 2:14 del vídeo, un jugador llamado Cheslin Kolbe, que mide menos de 1,70 m. en un deporte donde la mayoría de los jugadores miden más de 2 metros y pesan más de 100 Kg. A Kolbe le llaman "la hormiga atómica" y es un ejemplo de que nada es imposible si lo deseas profundamente.

Vaya como homenaje el canto de los mineros negros sudafricanos, que se ha convertido en un canto de triunfo de los springboks.



Ya os podéis suponer lo que ha significado esto en Sudáfrica.





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