La proclamación de la II República generó la esperanza de que por fin las ideas regeneracionistas se iban a poder llevar a cabo. La monarquía, la oligarquía y la Iglesia católica lo habían impedido. Una vez acabada la Monarquía se emprendió la tarea de desmontar el poder de la oligarquía y la Iglesia, pero pronto se comprobó que no iba a ser fácil y solo quedaron dos opciones: socialismo o fascismo. Pronto todo el país tuvo que tomar partido por una u otra, incluso la mayoría de la población, la llamada "Tercera España", que no quería ninguna de las dos opciones y que se vio arrastrada a una catástrofe que no se podían ni imaginar.
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