En 2015 Enrique Téllez Cenzano realizó una investigación sobre el proceso que se inició en abril de 1931 para la creación de una nueva identidad institucional de carácter musical, que debía culminar en la elección del himno de la Segunda República, dado que la I República no había dejado un himno oficial.
Se encontró con un vasto legado de nuevas partituras que buscaron su reconocimiento como himno nacional (Canto rural a la República Española; Himno Republicano Español; 14 de Abril). Junto a ellas se entonaron himnos propios del imaginario republicano (La Marsellesa, el Himno de Riego y La Internacional) y un tercer grupo de obras que, sin haber surgido con la citada finalidad, fueron propuestas como himno de la República (¡Gloria a España! y Suspiros de España).
Con objeto de suplir la carencia de un himno oficial, Manuel Azaña, desde el Ministerio de la Guerra, trasladó una comunicación a las Capitanías generales fijando, provisionalmente, la utilización de La Marsellesa como himno nacional; decisión corregida de manera inmediata en favor de El Himno de Riego mediante la publicación de sendas circulares en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, como parte del reglamento de rendición de honores del ejército.
Este carácter provisional fue adquiriendo lentamente, en la percepción de los ciudadanos, la condición de oficial, sin que existiera base jurídica para ello. Por tanto, y como conclusión final, la Segunda República no tuvo un himno oficial propio. En su defecto, el Himno de Riego experimentó un proceso de institucionalización por el que asumió funciones de representación como himno de la República, nunca refrendadas legalmente.
Ésta es la música de un pasodoble creado en 1902 que fue propuesto como Himno de la unidad de todos, y no pudo ser, quizá porque era utilizado con frecuencia por las bandas militares (sobre todo la Infantería de Marina). Esta canción se escuchó mucho en la década de 1930 y emocionaba sobre todo a los que emigraron a América en la década de 1920.
Suspiros de España.
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